Nuestra Historia
La creación de VELO no fue un plan desde el inicio. Fue algo que se fue revelando con el tiempo, mientras caminábamos entre los olivos, con las manos llenas de tierra y la mente llena de preguntas. Queríamos crear un aceite de oliva que no solo fuese de calidad, sino que tuviera sentido. Uno que dijera algo, que representara algo más allá de un producto.
Durante una de esas primeras cosechas, uno de nosotros llevó una fotografía antigua. Era de su abuela, el día de su boda. Lo que más llamaba la atención era el velo: una tela suave y casi transparente que cubría su rostro, pero que dejaba ver una expresión serena, decidida. A partir de ese momento, el símbolo del velo comenzó a acompañarnos, casi sin darnos cuenta. Lo mencionábamos al hablar del proyecto, aparecía en nuestras ideas de diseño, en nuestras conversaciones sobre lo que queríamos transmitir.
Fue entonces cuando entendimos que ese velo no solo representaba una imagen bonita o nostálgica, sino algo más profundo: el amor por lo que se espera con paciencia, por lo que se cuida con detalle, por lo que vale la pena preservar.
Así nació VELO. No como una marca más, sino como una forma de honrar el trabajo silencioso de la tierra, el cuidado con que se cultiva cada oliva, la dedicación con la que extraemos cada gota de aceite. Desde campos cuidadosamente seleccionados —en zonas donde el clima y la tierra permiten que las aceitunas alcancen su máximo potencial— elaboramos un aceite de oliva extra virgen que refleja equilibrio, carácter y emoción.
Cada botella de VELO lleva consigo ese origen íntimo. Un homenaje a los momentos silenciosos, a las historias familiares, al cuidado que no se ve pero se siente. A ese velo que cubre, pero nunca oculta.